“Ésa soy yo. Una tonta adolescente que no busca su sitio en el mundo porque ya lo ha encontrado junto a un papel en blanco y una historia sin contar”.

jueves, 24 de abril de 2014

"- ¡Rosas! Todos los hombres sacáis vuestro romanticismo del mismo libro trillado. Las flores son bonitas; no niego que sean un buen obsequio para una dama. Pero siempre regaláis rosas, siempre rojas, y siempre perfectas. De invernadero si podéis conseguirlas. – Se volvió y me miró-. ¿Tú piensas en rosas cuando me ves?
La prudencia me hizo sonreír y negar con la cabeza.
-A ver, si no son rosas, ¿Qué ves cuando me miras?Estaba atrapado. La miré de arriba abajo una vez, como si intentara decidirme.
-Bueno… -dije-, no deberías ser tan dura con los hombres. Verás, escoger una flor que le vaya bien a una chica no es tan fácil como parece.Ella me escuchaba atentamente.
-El problema es que cuando le regalas flores a una chica, tu elección puede interpretarse de diferentes maneras. Un hombre podría regalarte una rosa porque te considera hermosa, o porque le gustan su color, su forma o su suavidad, que le recuerdan a tus labios. Las rosas son caras; al elegirlas, quizá quiera demostrarte que eres valiosa para él.
-Has defendido bien a las rosas. Pero resulta que a mí no me gustan. Elige otra flor que me pegue.
-Pero ¿qué pega y qué no pega?  Cuando un hombre te regala una rosa, lo que tú ves quizá no sea lo que él pretende hacerte ver. Tal vez te imaginas que te ve como algo delicado y frágil. Quizá no te guste un pretendiente que te considera muy dulce y nada más. Quizá el tallo tenga espinas, y deduzcas que él piensa que podrías rechazar una mano demasiado rápida. Pero si corta las espinas, quizá pienses que no le gustan las mujeres que saben defenderse ellas solas. Las cosas pueden interpretarse de muchas formas-concluí-. ¿Qué debe hacer un hombre prudente?
Ella me miró de reojo.
-Si ese hombre fueras tú, supongo que tejería palabras inteligentes y confiaría en que la pregunta quedara olvidada.-Ladeó la cabeza-.Pero no va a quedar olvidada.¿Qué flor escogerías para mí?
-Está bien, déjame pensar.-Me volví y la miré; luego miré hacia otro lado-. Vamos a hacer una lista. Quizá diente de león: es radiante, y tú eres radiante. Pero el diente de león es una flor muy corriente, y tú no eres una persona corrientes. De las rosas ya hemos hablado, y las hemos descartado. ¿Belladona? No. ¿Ortiga? Quizá…
Hizo como si se enfadara y me sacó la lengua. Me di unos golpecitos en los labios, fingiendo cavilar.
-Tienes razón, solo te pega por la lengua.Dio un resoplido y se cruzó de brazos.
-¡Avena loca! – exclamé , y soltó una carcajada-. Es salvaje, y eso encaja contigo, pero es una flor pequeña y tímida. Por esa y por otras… -carraspeé- razones más obvias, creo que descartaremos también la avena loca.
-Una lástima-dijo
- La margarita también es bonita- proseguí sin dejar que me distrajera-. Alta y esbelta, y crece en los márgenes de los caminos. Una flor sencilla, no demasiado delicada. La margarita es independiente. Creo que te pega… Pero continuemos. ¿Lirio? Demasiado llamativo. Cardo: demasiado distante. Violeta: demasiado escueta. ¿Trilio? Hmmm, podría ser. Una flor bonita. No se deja cultivar. La textura de los pétalos… -realicé el movimiento más atrevido de mi corta vida y le acaricié suavemente el cuello con dos dedos- es lo bastante suave para estar a la altura de tu piel. Casi. Pero crece demasiado a ras de suelo.
-Has compuesto todo un ramillete- dijo ella con dulzura. Inconscientemente, se llevó una mano al cuello, al sitio donde yo la había tocado; la dejó allí un instante y luego la dejó caer.
¿Buena o mala señal? ¿Estaba borrando mi roce o reteniéndolo? La incertidumbre se apoderó de mí y decidí no correr más riesgos. Me paré y dije:
-Flor de selas.
Ella se paró también y se volvió para mirarme.
-¿Tanto pensar y eliges una flor que no conozco? ¿Qué es una flor de selas? ¿Por qué?
-Es una planta trepadora,  fuerte, que da flores de color rojo intenso. Las hojas son oscuras y delicadas. Crecen mejor en sitios umbríos, pero la flor capta los pocos rayos de sol para abrirse.-La miré-. Te pega. En ti también hay sombras y luz. La selas crece en los bosques, y no se ven muchas, porque solo la gente muy hábil sabe cuidarla sin hacerla daño. Tiene una fragancia maravillosa. Muchos la buscan, pero cuesta encontrarla.-Hice una pausa y escudriñé su rostro-. Sí. Ya que estoy obligado a elegir, elijo la selas.
Me miró; luego apartó la vista.
-Me sobrevaloras.
Sonreí.
-¿No será que tú te infravaloras?
Atrapó un trozo de mi sonrisa y me lo devolvió, destellante".

El Nombre del Viento

1 comentario: