“Ésa soy yo. Una tonta adolescente que no busca su sitio en el mundo porque ya lo ha encontrado junto a un papel en blanco y una historia sin contar”.

martes, 28 de enero de 2014

Un mundo de suicidas

Caminaba sin rumbo. Mi paso era lento. No tenía prisa. No tenía destino fijo. Bueno, en realidad sí. Pero no era allí donde quería ir. Tampoco sabía dónde quería ir. Tal vez a un lugar donde pudiese gritar tranquilamente.
A la gente le atormenta la soledad. Yo la he probado varias veces y podría decir que, así como al café amargo, le encuentro su encanto. Me gusta estar sola. Puedo pensar en lo que quiera sin molestas interrupciones. Creo que por eso a la gente le asusta. Pienso que tienen miedo de estar a solas con sus pensamientos. Creo que prefieren no tener que pensar, así no se pueden arrepentir de nada, no recuerdan, no reflexionan. Nos disparamos balas directas a la sien con nuestra propia ignorancia. Así nos libramos del sufrimiento de pensar.
Nos quejamos de que somos manipulados pero, realmente, somos nosotros mismos los que estamos firmando nuestra sentencia de muerte con nuestros actos.
A veces hay que dejar ir a los pensamientos más lejos de nuestro área personal. Hay que dejarlos escapar. Que nos formulen preguntas que aparentemente no tienen solución. Porque, ¿sabéis?, son esas preguntas las que mueven el mundo, las que conforman nuestra razón de ser. Porque, de una manera u otra, vivimos para encontrar una respuesta a ellas para acabar dándonos cuenta de que, a veces, no tienen respuesta o que, tal vez, están mal formuladas y su respuesta llevaba a nuestro lado toda una vida solo que no la consideramos adecuada o importante. Igual que ahora pensar. No lo consideramos importante.

lunes, 20 de enero de 2014

Promesas de Año Nuevo

Escribí esta historia para un concurso de relatos que se celebró en mi pueblo este verano. Ahora la hago pública aquí. Espero que guste.
«Me sumergí en el mundo de sus ojos marrones color café como hacía cada vez que le miraba. En ellos, vivía en un mundo paralelo donde las alegrías eran continuas y nuestra mayor preocupación era que nuestros labios se separasen milímetros. Cerré los ojos y volví a besarle. Pensé que nunca podría cansarme del sabor de su boca.
Se separó ligeramente, esbozó esa media sonrisa que tanto me gusta, dibujó con sus labios un “te quiero” y después los posó en mi frente.
Rodeé su cintura con mis brazos y me quedé ahí parada, abrazada a él. Estaba segura de que la escena, lejos de ser bonita, resultaba ridícula; él me sacaba alrededor de treinta centímetros pero nunca le dio importancia.
Hacía frío puesto que era pleno invierno pero, al estar abrazada a él, su cuerpo me traspasaba su calor.
Habíamos salido a cenar aquella noche porque, en poco tiempo, iba a cumplir mis veinticinco años aunque tenía la sensación de que había vivido por treinta y nueve. Demasiado madura, quizás.
Habíamos tenido muchas dificultades pero al final habíamos conseguido estar juntos. No pensaba dejar que un pequeño bache me lo arrebatase. Bueno, vale, tal vez ese no fuese uno pequeño pero igualmente estaba dispuesta a luchar por él y superarlo.
Aspiré con fuerza por la nariz, impregnándome de su olor. Sonreí ligeramente. Desde que le había dicho que mi olor favorito era el del “Axe”, lo usaba todos los días.
Lo nuestro no era algo casual; llevábamos mucho tiempo conociéndonos y tonteando. Él se lo había pensado mucho antes de pedirme nada y yo me había pensado más aún qué contestarle. Pero me di cuenta de que le necesitaba en mi vida, que él me preocupaba, que no aguantaría verle con otra. Me di cuenta de que le quería.
Mis amigas dicen que nunca han dicho un “te quiero” sincero a ningún chico. Yo sí. Muchos. A ese idiota que me abrazaba. No me sentía superior a ellas por eso; simplemente, más afortunada.
Mientras ellas vivían amores de una semana yo llevaba con él cerca de tres años.
De pronto, su voz grave me trajo de vuelta a la realidad.
-          - Estás tiritando.- dijo quitándose su abrigo y pasándomelo por encima de los hombros.
-         -  No, quédatelo tú. Yo estoy bien. No quiero que te pongas malo.- repuse devolviéndoselo.
Ciertamente, me moría de frío pero no quería que él enfermase. Me daba miedo que eso pudiese perjudicarle.
Había empezado a nevar y ligeros copos caían sobre nosotros. Mientras él retiraba unos pequeños copos que se habían quedado en mi pelo, me preguntó algo que me pilló por sorpresa:
-          -  ¿Me juras que eres sólo mía?
-          - Creía que eso estaba claro.- repuse.- Soy únicamente tuya.
-          - ¿Segura?- preguntó con voz profunda colocándome el gorro de lana que me cubría la cabeza.
-           - Totalmente.
-           - Te quiero.- volvió a decirme. Y se agachó para besarme de nuevo pero esta vez en los labios.
Era un beso de esos sinceros, esos que se dan desde el cariño.
El cariño, eso era lo que les faltaba a los ligues de mis amigas y que yo tenía todos los días.
Era ya casi media noche. Las estrellas brillaban en el cielo.
Supuse que las familias normales estarían en sus casas calentitas, cenando todos juntos en familia. Pero nosotros no éramos una familia normal. Y estábamos muy lejos de serlo.
Sólo llevábamos juntos tres años pero ya estábamos casados. Nos corría prisa hacerlo formal. Nos urgía.
Miré a mi alrededor. Las luces de Navidad brillaban con fuerza dándole al ambiente una apariencia de alegría y felicidad. Esas luces me recordaron que todo en la vida sigue. Que todo puede ser bueno de nuevo. Que hay luz después de la oscuridad. Que hay vida tras la destrucción.
Íbamos caminando de la mano cuando su reloj digital pitó, anunciando las doce de la noche. Me paré en seco en mitad de la calle. Tiré de él hacia mí y con una sonrisa dibujada en la cara le susurré al oído:
-          - Feliz Año Nuevo.- y sin darle opción a responder, le besé.
Sus labios estaban fríos, como los míos, pero carecían de las grietas que los míos tenían por el frío. Sin embargo, se sentían tan cálidos presionados contra los míos…
Él rodeó mi cintura con sus brazos y me atrajo hacia sí con más fuerza. Parecía que íbamos a fundirnos en uno solo. Levanté mis brazos y rodeé su cuello. Enredé mis dedos en su cabello marrón y me pregunté cuántas veces más podría hacer ese gesto en el nuevo año que acabábamos de empezar.


Me hice una promesa a mí misma mientras mis dedos soltaban ligeramente su cabello. Una promesa de nuevo año: Juntos, lograríamos vencer su cáncer».

domingo, 12 de enero de 2014

“Me miró como evaluándome. Yo estaba esperando esa mirada. Era la clase de mirada que decía: «Hablas como si fueras mayor de lo que aparentas». Confiaba en que lo asumiera deprisa. Resulta tedioso que te hablen como si fueras un niño, aunque lo seas”

Al leer estas palabras en "El nombre del viento" me he sentido demasiado identificada.

miércoles, 8 de enero de 2014

Amor, sí, pero,...¿qué es amor?

         Tu canción.-  me dijo sonriendo.
 –     ¿Por qué dices eso?- pregunté confusa.
 –        Porque te gusta mucho. Subes el volumen siempre que suena.

Fue en ese momento cuando lo entendí. Hasta ese momento no había entendido qué era el amor. No entendía cuál era ese sentimiento tan fuerte del que todo el mundo habla.

Amor era que supiese cuál era mi canción favorita sin yo tener que decírselo. Amor era que por las noches se despertase con frío y fuese a mi habitación a cubrirme con una manta. Amor era que fuese al supermercado sin mí y me comprase Nutella porque sabe que me la acabo en dos suspiros. Era que fuese de compras ella sola y me trajese el abrigo que habíamos visto a una chica por la calle sólo por comentarla que me parecía bonito. Era que, al volver a casa después de haber estado tiempo fuera, me tuviese preparada mi cena favorita. Que haciendo zapping vea que está en algún canal mi peli favorita, me llame y deje la tele puesta en ese canal a pesar de a ella le apeteciera ver otra cosa. Que pase por una librería y me llame para preguntarme si quiero algún libro nuevo en especial. Que no me regale lo que quiero, si no lo que necesito. Sí, eso también es amor. Que deje de hacer lo que estaba haciendo para leer lo que he escrito y darme su opinión. Que guarde todos mis cuadros y dibujos por muy mal que estén. Que me saque fotos constantemente porque sabe que me gusta tener esos recuerdos aunque de ese modo ella no salga en ellas. Que me ceda su último cacho de pizza porque a mí me guste cómo le ha quedado.  Que comparta sus libros favoritos conmigo. Que plante en su rincón flores moradas porque dice que le recuerdan a mí. Todo esto es amor.

Y ella estaba ahí, cantando tranquilamente la que ella llamaba “mi canción”, sin saber que acababa de hacerme entender una de las mayores interrogantes en esta vida.

lunes, 6 de enero de 2014

A veces me pregunto dónde te metes, Inspiración

Me encuentro frente a mi ordenador. El Word abierto. Un documento en blanco. El guión parpadea animándome a que empiece a escribir. Pero no encuentro sobre qué. Mi inspiración parece haberse esfumado. Tengo miedo de que no vuelva. Yo sabía hacer esto. Llevo demasiado tiempo con mi mente bloqueada. Intento expresarme y no me sale. Me gusta escribir cosas que te lleguen a ese pequeño rincón que tenemos en el que guardas tus sentimientos y emociones. O, a veces, busco llegar a tu cerebro con mis críticas sociales, expresando mis pensamientos, esos que parecen pertenecer a otra época.
Pensé que había encontrado mi fuente de inspiración. Jugaba con la razón y la emoción. Me iba bien. No sé por qué pero a la gente le gusta leer acerca de los sentimientos de otras personas. Me funcionaba. Nos gusta criticar lo que nos rodea. Pero se me ha acabado ya. Podría seguir escribiendo sobre mis recuerdos, mi tristeza y mis críticas, pero no serviría más que para salvar el paso. Sería repetirme. Y no me gusta. Quiero cambiar. Romper con mi rutina.
Busco ideas en mi alrededor. El cable del cargador del ordenador enredado, una serie policíaca en la tele, un vaso casi vacío, mis uñas rojas tamborileando en el teclado. Lo de siempre. Todo igual. Pienso que tal vez esta monotonía sea la culpable de mi frustrante y prolongado bloqueo mental. Lo maldigo en silencio mientras cierro el documento en blanco del Word. Buscaré otro momento, otra musa o, simplemente, otro sentimiento porque está claro que algo en mí no funciona.

jueves, 2 de enero de 2014

¿Por qué escribir en un blog? ¿Acaso me sirve de algo?

La gente me pregunta que por qué escribo un blog. La verdad es que yo también me lo he preguntado a veces. Empecé a escribirlo porque necesitaba compartir con el mundo mis pensamientos, pero, sobretodo, lo que necesitaba era expresar mis sentimientos de manera diferente, ser sincera con alguien sobre todo lo que me estaba pasando, aunque no conociese a ese alguien que me estaba leyendo y mi vida le diese igual. Y descubrí que escribiendo me libraba de tensiones, enfados, tristezas y rayadas.
Me gustaría poder decir "Mientras haya gente que le guste leer lo que escribo, seguiré escribiendo", pero, lo siento, no es así. Escribo porque lo necesito, así que aunque no haya una sola persona en este mundo que quiera leer lo que escribo, lo seguiré haciendo.
Por tanto, respondiendo a los que me preguntan que por qué escribo un blog, decirles que porque necesito escribir y que lo hago público porque a lo mejor hay alguien que necesita ver que hay alguien que le entiende.