“Ésa soy yo. Una tonta adolescente que no busca su sitio en el mundo porque ya lo ha encontrado junto a un papel en blanco y una historia sin contar”.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Hay pasiones que dejamos olvidadas

Yo, hace un par de años, iba al conservatorio. Tocaba la viola, un instrumento desconocido para la mayoría de la gente ajena al mundillo de la música. Me gustaba. Me sentía bien tocando pero pronto me harté.
No me harté de mi instrumento. No. Me harté de que mis profesores mi recordasen constantemente que yo no valía para la música. "No sabes entonar" "Ese fa no es sostenido. Estoy harto de que falles en lo mismo" "No estás hecha para la música, Vega". Soy fría, sí, pero aunque parezca implacable, el hecho de que estos comentarios se repitiesen día sí y día también, acabó pudiendo conmigo. Abandoné. Lo dejé.
A veces, cuando estaba muy estresada, desenfundaba mi viola y tocaba algo. Algo improvisado, nada de mis viejos libros. Lo cierto es que me hacía sentir a gusto. Era como si a través de mi arco acariciando las cuerdas de mi viola fuese capaz de transmitir mis sentimientos, incluso liberar todo lo que llevaba dentro. Era como si consiguiese transportarme a un mundo paralelo, lejos de preocupaciones. La fuerza que mi arco ejercía sobre las cuerdas, el agitados movimiento de mis brazos y mis dedos, todo ello hacían que la tensión del día desapareciesen. Pero esa particular manía de tocar cuando me sentía agobiada se desvaneció. La abandoné como había abandonado el conservatorio. No toqué la viola durante un año entero.
Pero llegó una persona que consiguió recordarme por qué me gustaba la música, por qué me había apuntado al conservatorio y, sobretodo, consiguió que volviese a tocar. Llegó una persona que, en vez de decirme que lo dejase, que no servía para la música, me dio un empujoncito para que lo volviese a intentar. Me prestó su apoyo.
No consiguió que me apuntase de nuevo a clases pero es que eso era imposible, pero consiguió algo mucho más importante: que volviese a sentir por la música esa pasión que un día pude llegar a sentir.


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