“Ésa soy yo. Una tonta adolescente que no busca su sitio en el mundo porque ya lo ha encontrado junto a un papel en blanco y una historia sin contar”.

lunes, 17 de febrero de 2014

Atraparte con mis palabras y que no quieras que te suelte

¿Qué tiene ese libro que te gusta tanto que no tenga aquel que no te gustó nada? Que te intrigó, que su historia te cautivó, que te sentiste identificado con el protagonista, que su forma de relatar, sus palabras, te atraparon. Eso quiero hacer yo. Atraparte con mis palabras. Atraparte con mis palabras y que no te quieras soltar. Llevarte a un mundo nuevo, desconocido hasta ahora para quien no me ha leído. Quiero dejarte reflexionando por unos momentos. Quiero que cuando vayas en el coche te acuerdes de lo que yo escribí y te pares a pensar. Quiero que tengas ganas de que vuelva a escribir algo para poder leerme. Quiero formar parte de tu rutina. Que entres aquí buscando una historia nueva, un nuevo sentimiento. Dicen que una imagen vale más que mil palabras pero, a mí, mil palabras se me quedan cortas. Irónico porque no sé cómo seguir rellenando este documento en blanco. Cuanto mayor es el reto, mayor es la satisfacción. Y yo me he propuesto como reto llenarte de emociones y vaciarte mediante lágrimas. Quiero tocarte tan hondo que quieras compartir esto con alguien, que también sientan lo que tú sentiste al leerlo. Quiero saber qué es eso que tanto quiero. Quiero encontrarme a mí misma. Quiero descubrir el secreto de nuestra existencia. Quiero saber por qué cuando alguien te mira a los ojos te pones nervioso y apartas la mirada. Quiero saber por qué a veces busco los abrazos cuando en realidad me agobian. Quiero saber por qué se echa de menos algo, por qué aparece esa sensación tan rara en el estómago y esa angustia en la mente. Quiero saber a quién se le ocurrió llamar “mariposas en el estómago” a ese cosquilleo tan incómodo si las mariposas en realidad son bonitas. Quiero saber por qué nos da miedo enamorarnos. La excusa de que no queremos sufrir es muy pobre, al fin y al cabo no sabríamos qué es la felicidad si no supiésemos qué es el dolor. Me gustaría saber por qué confundimos ser feliz con tener una vida idílica. También por qué no sonríes más a menudo porque estás realmente guapo/a. Quiero aprender a escuchar la canción interpretada en una carcajada. Quiero saber qué es eso en lo que más te gusta perder el tiempo. Quiero saber por qué los olores nos traen recuerdos. Quiero saber qué se siente al entrar en el bar al que ibas con tus amigos hace tantos años y ver que todo sigue igual. Quiero saber muchas cosas pero, sobre todo, quiero saber qué debo hacer para que caigas ante mis encantos literarios.

lunes, 10 de febrero de 2014

Crisantemos compartidos

Me cruzo con una mujer anciana de mi pueblo. Siempre me dice lo mucho que me parezco a mi abuela. Lo mucho que la echa de menos. Y, aunque está vieja, con los huesos carcomidos por el tiempo, la cara repleta de arrugas, y tiene lo que yo creo que es un principio de demencia, siempre me lo dice con la voz entrecortada y los ojos anegados en lágrimas. Esto me hace parar a pensar. Ellas eran amigas. Ahora ya no son vecinas. Una de ellas no está en el pueblo. No está en la provincia ni el país. Ni tan siquiera está en esto que llamamos mundo. O al menos, no físicamente. Pienso en lo que se debe sentir al asistir al funeral de tu amiga, al saber que ya nunca la volverás a ver ni volverás a oír su voz. No me gusta escribir sobre este tema pero los humanos somos tan ignorantes que renegamos de hablar sobre cosas tan reales como la vida misma. Evitamos cualquier cosa relacionada con la muerte. Sé que no es agradable pero existe y no podemos ignorándola.
Pienso en lo que debe sentir aquella mujer y me acuerdo de ti. De repente me entra un pánico terrible. Más que pánico, es angustia. Es una angustia que no voy a poder calmar porque el miedo que la funda es real. En algún momento, una de las dos dirá un adiós que dejará a la otra sin un pedacito de sí. Por eso es que quiero que me prometas una cosa: que esperaremos juntas ese momento. Que cuando seamos viejas seguiremos siendo amigas. Que nunca perderemos ese espíritu joven y fresco que nos caracteriza. Que reiremos a carcajadas mostrando a todo el mundo nuestras dentaduras postizas del mismo modo que ahora mostramos las nuestras sanas. Que seguiremos disfrutando de la compañía de la otra. Que seguiremos hablando horas y horas muertas sin aburrirnos. Que quedaremos por las tardes para no hacer nada en especial como solemos hacer ahora. Que nos tomaremos un café juntas en la cafetería de la esquina antes de recoger a los nietos del colegio. Que no olvidaremos todos esos momentos que hemos vivido juntas y todos los que nos quedan por vivir. Que seguiremos sonriendo al recordar la historia de cómo nos conocimos. Que seguiremos cuidándonos la una a la otra como acostumbramos a hacer. Que seguiremos vacilándonos como sólo nosotras sabemos.

En definitiva, que la distancia no nos separará a la una de la otra y que el tiempo no nos hará olvidarnos. Que superaremos todos esos obstáculos juntas porque somos expertas en hacerlo.