“Ésa soy yo. Una tonta adolescente que no busca su sitio en el mundo porque ya lo ha encontrado junto a un papel en blanco y una historia sin contar”.

lunes, 10 de febrero de 2014

Crisantemos compartidos

Me cruzo con una mujer anciana de mi pueblo. Siempre me dice lo mucho que me parezco a mi abuela. Lo mucho que la echa de menos. Y, aunque está vieja, con los huesos carcomidos por el tiempo, la cara repleta de arrugas, y tiene lo que yo creo que es un principio de demencia, siempre me lo dice con la voz entrecortada y los ojos anegados en lágrimas. Esto me hace parar a pensar. Ellas eran amigas. Ahora ya no son vecinas. Una de ellas no está en el pueblo. No está en la provincia ni el país. Ni tan siquiera está en esto que llamamos mundo. O al menos, no físicamente. Pienso en lo que se debe sentir al asistir al funeral de tu amiga, al saber que ya nunca la volverás a ver ni volverás a oír su voz. No me gusta escribir sobre este tema pero los humanos somos tan ignorantes que renegamos de hablar sobre cosas tan reales como la vida misma. Evitamos cualquier cosa relacionada con la muerte. Sé que no es agradable pero existe y no podemos ignorándola.
Pienso en lo que debe sentir aquella mujer y me acuerdo de ti. De repente me entra un pánico terrible. Más que pánico, es angustia. Es una angustia que no voy a poder calmar porque el miedo que la funda es real. En algún momento, una de las dos dirá un adiós que dejará a la otra sin un pedacito de sí. Por eso es que quiero que me prometas una cosa: que esperaremos juntas ese momento. Que cuando seamos viejas seguiremos siendo amigas. Que nunca perderemos ese espíritu joven y fresco que nos caracteriza. Que reiremos a carcajadas mostrando a todo el mundo nuestras dentaduras postizas del mismo modo que ahora mostramos las nuestras sanas. Que seguiremos disfrutando de la compañía de la otra. Que seguiremos hablando horas y horas muertas sin aburrirnos. Que quedaremos por las tardes para no hacer nada en especial como solemos hacer ahora. Que nos tomaremos un café juntas en la cafetería de la esquina antes de recoger a los nietos del colegio. Que no olvidaremos todos esos momentos que hemos vivido juntas y todos los que nos quedan por vivir. Que seguiremos sonriendo al recordar la historia de cómo nos conocimos. Que seguiremos cuidándonos la una a la otra como acostumbramos a hacer. Que seguiremos vacilándonos como sólo nosotras sabemos.

En definitiva, que la distancia no nos separará a la una de la otra y que el tiempo no nos hará olvidarnos. Que superaremos todos esos obstáculos juntas porque somos expertas en hacerlo.

1 comentario:

  1. Muy bonito Vega, se te da bien escribir desde los sentimientos.

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