“Ésa soy yo. Una tonta adolescente que no busca su sitio en el mundo porque ya lo ha encontrado junto a un papel en blanco y una historia sin contar”.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Sueños de Navidad

Me he despertado con un sabor agridulce y con la certeza de que había soñado algo bonito. No podía recordar qué era exactamente ni por qué era bonito. Sólo sabía que, los segundos que había durado, me había hecho tremendamente feliz. Y no ha sido hasta que he visto a mi abuelo que me he acordado con qué he soñado.
Sí, he soñado con ella. Aparecía por la calle principal del pueblo, como si bajase de comprar el pan en su rutina diaria. Venía con su abrigo y su abultado bolso. En su rostro, sus labios pintados esbozaban una preciosa sonrisa. Estaba tremendamente guapa. Nunca la había visto tan radiante.
No nos lo podíamos creer. Salimos corriendo hacia ella y nos recibió en su cálido abrazo.
-          – Creíamos que habías muerto, yaya.- dije impactada. Aún no me creía que estuviese ahí.
       – ¿Muerto?- rio ante mi idea-. No, cielo. Sólo me he ido una temporada larga de viaje. Necesitaba abandonar todo esto un tiempo. Ser dueña de mí misma. ¿Cómo iba a abandonaros para siempre?
Y entonces me envolvió con sus brazos y me besó en la frente. Fueron sus besos, sus épicos besos, los que me hicieron darme cuenta de la realidad: ella no se había ido. Seguía con nosotros. Todo volvería a la normalidad.
Ahora estoy despierta y he vuelto a la vida real donde ella sigue sin estar, donde sus labios no besan mi frente y donde no puedo apoyar la cabeza en su pecho.

Supongo que es lo normal por estas fechas. Que en Navidad echamos más en falta a las personas que se han ido de nuestro lado. Que en vez de llorar mientras escribo esto debería estar contenta por haber podido soñar con ella una vez más.

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