Supongo que ahora, rodeada de los postres que mi madre
prepara para esta noche, con los pequeños de la familia correteando por el pasillo,
los mayores pidiendo hora para pasar al baño y darse una ducha antes de cenar,
con mi madre preparándome la tarta de cumpleaños y a apenas unas horas para
empezar un nuevo año, es el mejor momento para ponerme a escribir. Para ponerme
a hacer una valoración de las cosas que han ido pasando este año.
Hay personas con las que empecé y las cuales siguen estando,
no se han ido y me han demostrado que no tienen intención de hacerlo. Otras se
han ido cruzando en mi camino y desaparecido con el tiempo. Y otras pocas han
aparecido de la nada y ahora son indispensables.
Hoy es el día en el que miramos atrás y recordamos todos los
momentos vividos. Reímos al recordar las graciosas anécdotas de este 2013 y nos
damos cuenta de que las anécdotas no tan graciosas, las que nos resultaron
difíciles, las hemos logrado superar.
Hoy es cuando vemos que en la cena hay sillas vacías. Sillas
que ya no volverán a ocuparse, pero en su lugar hay cochecitos de bebés y niños
pequeños que cruzan el salón pasando por debajo de la mesa.
Hoy es cuando tenemos esa sensación de que se nos está dando
una nueva oportunidad, la cual sabemos que vamos a desaprovechar pero,
igualmente, nos hace ilusión.
Hoy es cuando decimos los “Voy a adelgazar”, “Estudiaré día
a día”, “Voy a apuntarme al gimnasio”. Todo esto está bien. Lo pensamos pero,
la mayoría de las veces, no los cumplimos. En fin, la intención es lo que
cuenta, ¿no?
Hablamos de Diciembre como “las últimas 31 oportunidades del
2013” y hoy es cuando nos damos cuenta de que, en realidad, las
oportunidades pasan sin darnos cuenta.
El 2013 ha sido un año de malas noticias como nunca y de
buenos ratos y sonrisas como siempre.
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