“Ésa soy yo. Una tonta adolescente que no busca su sitio en el mundo porque ya lo ha encontrado junto a un papel en blanco y una historia sin contar”.

martes, 19 de noviembre de 2013

¿Búsqueda de la felicidad? No, más bien, búsqueda de adjetivos

Llevo días intentando pensar un adjetivo que pueda definir la continua sensación tan amarga que me persigue, pero no lo encuentro. Es una búsqueda tan vana como la de buscar una aguja en un pajar. No, miento. Buscar una aguja en un pajar sería más eficaz, puesto que creo que el adjetivo que yo busco para definirme ni tan siquiera existe, al contrario que esa ansiada aguja. E intento explicarme y no lo logro y ¿por qué? Pues porque no sé cómo defenderme sin un sólido argumento basado en las palabras. Y esto me frustra aún más y lo único que consigo es confundirme más a mí misma.
Tras mucho tiempo de búsqueda lo único que he llegado a encontrar es una palabra que se acerca bastante a las emociones que transmitiría ese adjetivo. "Agridulce". Sí, esa es la palabra. Algo así como sentimientos contradictorios: rabia y compasión, odio y cariño, felicidad y agonía. Sentimientos contradictorios, repito.
Son como esas sensaciones que me producían las montañas rusas cuando era pequeña: cuando iban despacio, quería caer a toda velocidad por una gran pendiente pero cuando estaba cayendo, ansiaba la tranquilidad. Y más o menos así me encuentro ahora. En una constante montaña rusa. Una de esas con muchos loopings y tirabuzones, que te hacen soltar adrenalina, llenas de subidas y bajadas, de esas que montas en ellas porque "¿Quién sabe cuando tendré la oportunidad de repetir?". Pero lo cierto es que no sé si quiero bajarme de esta atracción o seguir con esas emociones fuertes porque, al fin y al cabo, las dos opciones son irreversibles


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