¿Qué ha pasado? ¿Qué te han hecho? ¿Qué te has hecho? Cuéntamelo. Entre calada y calada tienes tiempo.
Te miro, te miro y no te reconozco. Te has convertido en algo que nunca
quisiste ser. Dejaste de ser mi ejemplo a seguir para ser el ejemplo de qué no seguir. Dime dónde quedaron esos momentos de felicidad juntos, esa
complicidad y esos juegos de dos que nadie más entendía, porque yo no los veo
por ningún lado. Ya no sé si es por el humo de tus porros que no me deja verlos
o porque tú mismo te has encargado de esconderlos. De esconderlos como
escondíamos nuestras travesuras. O como yo guardaba tus secretos. El problema
es que ahora tus secretos a mí se me quedan grandes y no es porque yo sea de
baja estatura. Siempre fuiste propenso a dejar que tu felicidad dependiera de
otras personas pero nunca imaginé que le darías ese privilegio a una planta.
Una planta que te da felicidad por
media hora y destruye todo lo que a tu alrededor te la daba el resto del día.
Igual que destruye tu personalidad. Y no te creas, tu “felicidad”, irónicamente,
también ha destruido la mía. Y la de esta casa que ahora tiembla con cada vez
que te enfadas. Como la pata de esa mesa que se rompió en un intento de huir de
casa. Como mi cuerpo con cada grito. Como el papelillo de tu cigarro cuando resoplas indignado.
Pero, tranquilo, tú sigue inhalando tu felicidad y sigue
pensando que ese humo expulsa tus problemas, que seguro que así, el día que
soples y apagues la llama de tu mechero, tus deseos se cumplirán. Mientras
tanto yo estaré aquí, para cuando esa felicidad te dañe y te des cuenta que tus
problemas no se han ido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario